Daniel Dimeco

Escritor, dramaturgo y director de teatro


EL MAPA DE LAS VIUDAS en Cuadernos del Sur – Diario Córdoba

Diario Córdoba – Suplemento Cuadernos del Sur (05.10.2013)
Por Javier Vázquez Losada

Daniel Dimeco (Argentina, 1969) es escritor y dramaturgo. Ha publicado la novela La desesperación silenciosa (Premio Fray Luis de León, 2010) y la obra teatral La mano de János (Premio de Teatro Antonio Buero Vallejo, 2010). Con El mapa de las viudas (Algaida Editores, 2013) ha obtenido el Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2012.

-Su novela El mapa de las viudas se publica como obra premiada en el Premio de Novela Ciudad de Badajoz, ¿ayuda eso a las ventas, a conseguir un público más amplio o es del todo indiferente?

-No es indiferente en absoluto. Gracias al hecho de que mi novela ganó este premio ha sido editada por Algaida y esa visibilidad hace posible, por una parte, llegar a más lectores y, por otra, me permite ir cincelando un hueco con voz propia.

Eleonora, la protagonista, es un personaje muy complejo, ¿cómo lo aborda, cómo decide darle voz, contar su historia?

-Crear a Eleonora Maler significó un reto enorme y maravilloso, aunque debo reconocer que el proceso de trabajo fue mucho más fácil de lo que puede suponerse a priori. Realicé un viaje al universo de la protagonista, a su locura, a la Alemania de 1960 y escarbé en los cimientos de las historias individuales que aborda la novela, tratando de conocer los fantasmas que acompañan a los personajes. Indagué en sus pasados y entonces descubrí a las dos Eleonoras que conviven en un mismo cuerpo. Una está totalmente loca; la otra, que es prisionera de la anterior, siente la necesidad de expresar lo que ve y de comunicarse con esa otra parte suya, la enajenada, nacida como consecuencia de un trauma enorme.

-Su locura, o aparente locura, nace del nazismo, una de las mayores atrocidades que se conocen.

-Nace de un hecho concreto y brutal que se produce en un encuentro histórico: el choque frontal entre el último coletazo del nazismo y el primer puñetazo del comunismo en Europa Oriental. Pero la enajenación de Eleonora no está ligada a ideologías, su origen está en actos bestiales de los que son capaces ciertos humanos que se ampararon en el caos y, posteriormente, en la impunidad protectora del régimen de la RDA. Eleonora refleja un trauma universal: el que sufren muchas mujeres en periodos históricos convulsos. Traumas que se ven obligadas a afrontar en soledad.

-La Stasi, la DDR, lugares a los que solo podemos acceder con la imaginación y la lectura ¿cómo ha sido ese proceso?

-¡Excitante! Siempre que empiezo a trabajar en un proyecto me estimula conocer el ambiente en el que asentaré la historia y que rodeará a los personajes. Es un modo de entender el mundo que empieza a abrírseme. La historia que narro en El mapa de las viudas habría sido muy distinta si la hubiera emplazado en Córdoba o en Tokio. Por una cuestión socio-cultural y porque la antigua RDA creó un sistema de control absoluto sobre todo lo que se movía dentro de sus fronteras, capaz de la más fina sutileza para que nadie olvidara que el ojo de Orwell les vigilaba de día y de noche. Un sistema de una crueldad sin parangón a cargo de la Stasi, el órgano estatal parido a imagen y semejanza de su «gran hermano» soviético, el KBG. A través de lecturas, películas, fotografías, imaginación y mucho trabajo me fui aproximando al espíritu de toda aquella invención faraónica.

-Los fantasmas del pasado, siempre están ahí, acechando, ¿tiene los suyos propios?

-Nadie se libra de ellos. La diferencia con Eleonora Maler es el grado de hostigamiento que los fantasmas producen en ella. Yo puedo cargar con los míos sin descansar en sus brazos.

-Dos perspectivas, dos narradores…

-La que narra la historia es la protagonista, algunas veces lo hace desde el punto de vista de la cuerda, la mujer que fue hasta una trágica noche de su vida; en los momentos en los que se requiere de mayor intimidad lo hace la enajenada. Dos perspectivas diferentes: como protagonista y como testigo de los hechos. Ese desdoblamiento obliga a la cuerda a usar el pronombre ella, porque le cuesta reconocerse a sí misma en la loca que es, ver en lo que se ha convertido.

-Es novela negra, es novela de intriga, novela social, pero, sobre todo, es una novela, un relato sobre la impunidad.

-Verdaderamente, no me preocupan las clasificaciones, sí que sea una novela, la mejor que pueda escribir y, para ello, sólo me centro en la historia y en sus habitantes. Estoy de acuerdo con usted en que es un relato sobre la impunidad, el abuso cebado por el miedo aterrador y el silencio cómplice de los actores. Los muchos elementos de índole psicológica que se entrecruzan crean un ambiente hermético, una verdadera jaula donde los más fuertes e inescrupulosos consiguen sobrevivir destruyendo la vida de los otros.

-Es autor de teatro, también. Se puede percibir algo de ello en la novela, la precisión en la aparición de personajes, el cuidado por el escenario…

-Llevo a cabo el mismo proceso creativo, tanto para novela como para cuentos o teatro, porque creo firmemente en la escritura que me regalan los personajes. El lector tiene que verlos deambular como si se tratase de una película. Tanto en un género como en otro, nuestra obligación es evitar que los personajes carezcan de fuerza, de lo contrario acaba siendo una mera acumulación de texto.

-Una de símbolos: el título de la novela. También los murciélagos.

-El título hace referencia a un mapa diabólico trazado al final de la II Guerra Mundial por una parte de esa impunidad de la que hemos conversado antes. En cuanto a la figura de los murciélagos, cada lector puede interpretarla libremente sin perder de vista las condiciones psíquicas de la protagonista. La presencia de estos animalitos es constante, como la propia Stasi con sus múltiples agentes y chivatos. Paradójicamente, como cito en el epígrafe de la novela, el eco captado por el finísimo oído de los murciélagos les informa de la distancia, situación y movimiento de las víctimas.

-Lo próximo que escriba, ¿toca relajarse, suavizar la mirada o, por el contrario, seguirá escudriñando en la negritud del alma humana?

-Mi función como escritor es ir más allá y tratar de desenterrar lo que nadie cuenta de primeras, como un buen periodista entrevistando. Por lo tanto, espero no suavizar la mirada ni relajarme. Sí le puedo adelantar que, en el nuevo proyecto de novela, variará la ambientación en la que emplazo la historia y las magulladuras en las almas de los personajes, respetando el estilo que tanto me ha costado encontrar y siendo fiel a mí mismo.

 


elEconomista.es: Daniel Dimeco se adentra en la atmósfera de la RDA en su nueva novela

elEconomista.es
Santiago de Compostela, 2 jun (EFE)

Daniel Dimeco en Santiago de Compostela

Daniel Dimeco en Santiago de Compostela

El escritor argentino Daniel Dimeco se adentra en la atmósfera de la República Democrática Alemana en su nueva novela El mapa de las viudas, ambientada en la ciudad costera de Stralsund y cuyos protagonistas son personas «perseguidas por los fantasmas de su pasado».

Así lo ha explicado el autor en una entrevista con Efe en Santiago de Compostela, donde se haya con motivo de la promoción de su libro, publicado por la editorial Algaida y ganador de la XVI edición del Premio de Novela Ciudad de Badajoz.

La trama de la novela comienza en una noche de verano de 1960, cuando, a raíz de unos asesinatos, aumenta y llega a un extremo insostenible la locura de la protagonista, Eleonora Maler, desencadenando situaciones que van a ayudar a desvelar oscuros secretos escondidos hasta ese momento.

En el asfixiante ambiente de esta pequeña ciudad, donde la Stasi, Ministerio de Seguridad del Estado, lo controla todo, Eleonora «tendrá que enfrentarse a sus propios miedos», explica el escritor argentino.

Asimismo hizo referencia a la gran labor de documentación que tuvo que llevar a cabo para escribir la novela. «Me empapé de la historia de la Alemania Oriental de después de la Segunda Guerra Mundial», pero dijo que es algo que hace con «muchísimo placer, ya que me gusta de siempre la historia».

Graduado en Ciencias Políticas, el escritor y dramaturgo Daniel Dimeco ha ganado diversos premios en ambos ámbitos, como el Premio Fray Luis de León por su novela La desesperación silenciosa, o el Premio Antonio Buero Vallejo con la obra teatral La mano de Janós.

«Considero que los premios son básicamente incentivos y que son fundamentales a la hora de publicar tal como esta el mundo editorial», opinó el autor.

También expresó su parecer acerca de la situación literaria actual, que resumió en que «la edición no esta en su mejor momento, la crisis afecta, pero soy partidario de que pone las cosas en su sitio y probablemente pinche la burbuja literaria».

Dimeco declaró que en estos momentos ya tiene forma su próximo proyecto literario, una novela de la que no quiso desvelar nada, tan solo que no será «tan agobiante como la anterior».

 


Radio Obradoiro: El escritor argentino Daniel Dimeco visita ‘El sábado libro’

Radio Obradoiro, 31 de mayo de 2013
Santiago de Compostela

José Miguel Giráldez entrevista al autor de El mapa de las viudas (Algaida) y repasa las novedades literarias de esta semana

Foto: C.Garrido

Foto: C.Garrido

El escritor argentino Daniel Dimeco (1969) será el invitado hoy en el espacio cultural de Radio Obradoiro El sábado libro (11.00), que dirige y presenta el crítico literario de este periódico, José Miguel Giráldez. Dimeco, más conocido por sus muchos trabajos en el mundo del teatro (fue galardonado con el Premio Buero Vallejo en el año 2010), conversará en torno a su nueva novela, que acaba de ganar el Premio Ciudad de Badajoz. El mapa de las viudas es, fundamentalmente, una novela incómoda, poco confortable para el lector. En ella late el espíritu de Orwell, la mirada del Gran Hermano que todo lo vigila y todo lo controla. Pues no en vano la novela se desarrolla en una pequeña ciudad de la antigua república Democrática Alemana (Stralsund), bajo el influjo poderoso de la Stasi, “algo así como la policía del pensamiento de Orwell’, asiente Dimeco. La historia es oscura, dura, terrible a veces. Y tiene, por supuesto, una gran herencia de la pasión por el teatro del autor argentino. “No recibí terapia, a pesar de ser de allá”, dice, divertido, “así que creo que utilizo la literatura para exorcizar mis propios demonios. Y en esta novela hay muchos, muchos demonios”. Son, claro, los demonios de la incomunicación, de la ausencia de libertad, de la deshumanización del hombre. Son los demonios existencialistas de una dictadura, la falta de palabras, como en Beckett, la desolación y el desencanto. Y el miedo. La novela está llena de miedo. Eleonora Maler, la protagonista, ha enloquecido. Se lanza al suelo cuando cree que van a llegar aviones de guerra. Porque ella viaja a la guerra desde su mente, se evade del presente gris y triste, mientras cose para sus clientes. La costurera bipolar, loca, sí, que se cree agredida y mordida durante la noche por los murciélagos, guarda algunos secretos. Y una hija, Annette, a la que custodia en una habitación, y a la que venda los ojos para que no pueda ver la realidad. La novela consigue a la perfección la sombría y enfermiza atmósfera de aquellos días, el horror de la vigilancia extrema (“uno de cada cincuenta habitantes entonces del país” dice Dimeco, “era miembro de la Stasi. Cualquier familiar tuyo podría serlo. Yo he vivido otras dictaduras… soy argentino… pero allí en familia podías hablar. En la república Democrática Alemana la situación de opresión, ayudada por el frío del propio clima, producía una gran claustrofobia, una ansiedad extraordinaria’, concluye Dimeco. En la novela hay más cosas. Las muertes de jóvenes asesinadas, casi niñas, por miembros del aparato político, en noches de desenfreno. “Hay una muestra indudable de la corrupción, del abuso”, subraya Dimeco. Y una mirada, también, hacia lo doméstico de los poderosos. Eleonora cose para Maria Gross, la mujer del jefe local del partido, y ella, quizás porque sabe que está loca, le cuenta las fragilidades del matrimonio, y le demanda vestidos, el día en que muere el presidente del país, tanto para el funeral como para el nombramiento del nuevo: sabe que su marido puede alcanzar un cargo importante.

El choque entre lo accesorio de la vida y lo fundamental, entre el amor y la frialdad, entro lo humano y lo inhumano, conforma el esqueleto central de El mapa de las viudas, la novela de Dimeco publicada por Algaida. La conversación con el escritor, hoy, puede seguirse también por internet.

 


Daniel Dimeco: «Los que nos dedicamos a escribir tenemos vidas paralelas»

Presenta en Valencia el Premio de Novela Ciudad de Badajoz

Valencia, 24 Mayo. (EUROPA PRESS)

El escritor y dramaturgo Daniel Dimeco (Argentina, 1969) asegura que todos aquellos que se dedican a escribir o a actuar tienen «vidas paralelas», algo que también le sucede a la protagonista de su última novela, El mapa de las viudas, donde un personaje afectado por al locura es el único que se atreve a contar la historia que otros callan por miedo.

Así lo ha explicado el autor, en declaraciones a Europa Press, con motivo de la presentación del libro, publicado por Algaida y ganador de la XVI edición del Premio de Novela Ciudad de Badajoz.

La trama arranca a finales del verano de 1960, cuando una serie de asesinatos en la ciudad de Stralsund, al norte de la República Democrática Alemana, agudizan la locura de Eleonora Maler. En ella conviven dos existencias paralelas: la mujer que fue hasta terminar la guerra y la personalidad que se originó una trágica noche de 1945.

Pero ambas –la cuerda y la enajenada– son una, comparten el mismo cuerpo y viven una vida común, acompañadas de una niña que arrastra su propia desdicha. En el asfixiante ambiente de una pequeña ciudad donde la Stasi se afana en controlar a todos sus habitantes, Eleonora tendrá que enfrentarse a sus propios miedos y a sus propios fantasmas: algunos sólo están dentro de ella, pero otros aún recorren las calles de Stralsund.

Dimeco ha explicado que en esta ocasión ha querido tratar el tema de la locura, «pero no como algo negativo, sino como un mundo paralelo y tan interesante como la vida real».

Documentación

Además de la ficción, la obra tiene detrás un trabajo de documentación para ambientar la historia en la antigua República Democrática Alemana y para profundizar en la Stasi, el Ministerio para la Seguridad del Estado, un tema que el autor siempre le ha causado «una gran curiosidad», reconoce.

Sobre la importancia que tienen los galardones literarios, Daniel Dimeco comenta que le da «la justa».

«Para quienes no somos muy conocidos, evidentemente, te proporciona un escaparate que ese agradece muchísimo; también es un aliciente para seguir porque piensas que si la historia que has escrito en soledad le ha gustado a un jurado puede pasar con otra gente», ha aseverado.


LA RATONERA entrevista a Daniel Dimeco: «Me interesa el lado perverso que todos tenemos»

Daniel Dimeco en una calle de Madrid

Daniel Dimeco en una calle de Madrid

Néstor Villazón

Daniel Dimeco cuenta con más de media docena de premios a sus espaldas. Parte de su producción ha podido verse en teatros como el María Guerrero, participando en las obras colectivas Los otros niños y Ojos de sal. Su labor se extiende al campo de la narrativa, donde también se le han reconocido sus novelas y relatos. De talante sereno y buen conversador, este escritor y dramaturgo argentino analiza para La Ratonera parte de su producción y parte de este momento histórico y literario que nos ha tocado vivir.

Pregunta. Has resultado ganador de tres certámenes teatrales y finalista en el Josep Rubrenyo. ¿Está el dramaturgo condenado a mostrarse con este tipo de premios?

Respuesta. Siempre he preferido que se vea la obra más que al autor. Con esto no quiero decir que yo carezca de vanidad o de ambición, en absoluto, pero sí tengo muy claro que no me gusta la fama per se. Quienes nos dedicamos a este trabajo sabemos lo difícil que es poder ver un texto nuestro montado, quizás porque los productores no quieren arriesgar o porque los programadores van a caballo conocido; en cualquier caso, la realidad es la dificultad que tenemos. Lo que hace un premio es encender una luz sobre la obra, ponerla en un anaquel más visible. De todos modos, creo en el trabajo constante más que en el escaparate, porque, al fin y al cabo, todo es pasajero. Los premios siempre me han servido de incentivo para continuar en una lucha solitaria.

P. Con La mano de János lograste el Buero Vallejo en el 2010. En ella su personaje principal se encuentra determinado por las circunstancias sociopolíticas de la Rusia de finales del 38, sin poder de desarrollo como ciudadano o escritor. ¿Existe alguna crítica velada al momento que actualmente vivimos?

R. Ninguna de manera consciente. La obra surge de mi pasión por Rusia y de su historia fascinante y dolorosa. Mis críticas al momento actual no son veladas en absoluto, son directas y van dirigidas a la penosa clase dirigente que tenemos; a los administradores grises y correctos que han despojado de pasión el hacer-crear de la Política así como a nosotros mismos, los que hemos creído durante varios años que los males existían más allá de la valla de Melilla y que en el club de los privilegiados la abundancia y la felicidad iban a ser eternas. Todos somos responsables de lo que nos pasa. Ahora bien, los dirigentes lo son mucho más porque tienen el compromiso de representarnos y cuentan con más información que el grueso de la población. El máximo honor que cualquier ser humano puede tener es el de dirigir los destinos de un país y cuando vemos a los líderes repitiendo hasta el hartazgo las mismas palabras en actos cursis de partido, uno se da cuenta de que son unos desvergonzados y, algo peor, que carecen del coraje necesario para coger al toro por los cuernos y acabar la faena con dignidad. Una buena porción de nuestros políticos no cree en nada, eso es triste, y se limitan a seguir los dictados que les marcan, pensando y actuando de una manera extremadamente provinciana.

P. ¿Cuál es el papel de un escritor en época de crisis? Dicho de otro modo, ¿tiene alguna obligación para con la sociedad o se encuentra fuera de ella?

R. El papel de un escritor, en cualquier época, es el de escribir de acuerdo a su fuego interior. El escritor no se encuentra fuera de la sociedad, se nutre de ella y tiene un instrumento, su propio arte, que bien usado puede ser muy efectivo para despertar conciencias. Ahora bien, corremos el riesgo de pisar terreno fangoso y envestirnos de una autoridad moral que suele resultar muy repugnante, quizás porque no creo en los personajes buenos y en los malos más allá de las películas del Far West. Que el escritor asuma una labor social comprometida como despertador de conciencias lo veo muy bien, pero es que he oído a pocas personas, moralmente autorizadas, que hablasen de la realidad ficticia en la que vivíamos pocos años atrás. Ahora sí, ahora todos aullamos como lobos. La maravillosa construcción europea basada en el Estado del Bienestar se la están cargando los gobiernos con sus recortes y ajustes y nosotros, por ignorancia o desidia, hemos contribuido creyendo que la prosperidad nos la habían inoculado convirtiéndose en una marca genética.

P. La desesperación y el sufrimiento de tus protagonistas son una constante en tus textos. Pudimos apreciarlo en tu última novela La desesperación silenciosa (Premio Fray Luis de León 2010) o en tus textos teatrales, como el ya citado La mano de János o en Mirando pasar los trenes. ¿Cuál crees que es el origen de todo esto?

R. El origen lo desconozco y, como nunca he hecho terapia, algo extraño para alguien que haya nacido en Argentina, no he tenido la oportunidad de indagar en ello. Sencillamente puedo hablar de gustos personales por las vivencias de seres que transitan las cornisas. Me apasiona investigar en el alma y la psique de los personajes, me atrae muchísimo el universo nocturno y frío del Norte de Europa y siempre me he sentido muy bien en esos países, ya sea viviendo en ellos o “viajándolos”. En La mano de János, como bien has mencionado, los personajes están enfrentados al todopoderoso Sistema. En La desesperación silenciosa, es la enfermedad la que se instala como un huésped indeseado en un hombre solitario, que en toda su vida no ha hecho nada digno de recordar y que se debate entre la vida y la muerte. En Mirando pasar los trenes la madre protagonista es capaz de lo que sea con tal de conseguir sus objetivos. En fin, me interesa mucho el lado perverso y oscuro que todos tenemos y escondemos, felizmente, junto a las buenas maneras y a la corrección política.

P. Háblanos de tus referentes.

R. Me seducen enormemente los autores que destilan una inmensa fuerza interior, aquéllos que son capaces de gestar historias enganchadas a una larga raíz, que hay que ir extrayendo con cuidado a lo largo del texto. Me fascina el universo sombrío de William Faulkner, el despiadado de Cormac McCarthy, las descripciones únicas de John Banville, la hondura psicológica de Fiodor Dostoyevski, la dureza contemporánea de Sofi Oksanen, que escribe como a golpe de cincel, el Coetzee de La edad de hierro u Hombre lento… En teatro me enamoré hace muchos años de Bernard-Marie Koltès, de los textos dolorosos de Sarah Kane, de las creaciones de Wajdi Mouawad, me encantan las historias de David Mamet. Sé que son autores de páginas duras, de desaliento, escritores capaces de ahogar a los lectores con sus palabras, pero no lo puedo remediar, el glamour y el romanticismo feliz prefiero que formen parte de mi vida, pero leerlo en novelas me aburre enormemente. Literariamente hablando, soy de tragedias.

P. ¿Cuál es el último montaje que has visto y te ha impresionado?

R. Lamentablemente, hace mucho que no he visto algo que me haya impresionado, desde el Macbeth de los ingleses de Cheek by Jowl, hace ya bastante tiempo, o su más reciente Tis Pity She´s a Whore. Aunque de la temporada de invierno, como espectador, he de destacar el montaje que hizo Julio Manrique con Cosas que hoy decíamos y el Iván-Off, dirigido por José Martret en La Casa de la Portera: una apuesta muy acertada por el teatro bien hecho.

P. ¿Hacia dónde crees que se dirige la dramaturgia española contemporánea? ¿Se podría determinar algún punto generacional?

R. Determinar una dirección es harto complicado. Creo que en los últimos años se han ido sumando nuevos dramaturgos muy válidos y con muchas ganas de hacer cosas nuevas. Lo que tenemos que evitar es la admiración boba por lo que se hace fuera y la consiguiente mala imitación. Nuestra misión es la de escribir, todo lo que cada uno pueda, mejorándolo cada vez más, al menos para ser honesto con uno mismo. En cuanto a un punto generacional, es factible que esos buenos dramaturgos que van surgiendo, contemporáneamente a la crisis, crezcan en calidad, pero hay mucho miedo a no hacer lo correcto, a sacar el pie del tiesto por temor a que alguien se enfade.

P. Un clásico para terminar: ¿algún proyecto en mente?

R. ¡Sí, todo el tiempo danzan ideas en mi cabeza! Pero en concreto he acabado de escribir una novela que, siendo fiel a mi escritura, trata de la locura y de cómo la sociedad, o sea todos, tapamos y encubrimos verdaderos horrores. Y en el ámbito de la dramaturgia tengo dos textos que voy alternando: uno sobre el suicidio como triste escape a la pérdida de la libertad, a que la vida se nos escape sin que hagamos lo que de verdad nos apasiona por ser funcionales al Sistema. El otro es un borrador sobre la perversión.

La Ratonera
Revista Asturiana de Teatro, Nº 36, septiembre de 2012


RED TEATRAL entrevista a Daniel Dimeco, autor de la obra ‘Mirando pasar los trenes’

Mariana Barcala entrevista para Red Teatral a Daniel Dimeco, autor de Mirando pasar los trenes, con motivo del estreno de la obra en Buenos Aires
Buenos Aires, 23 de noviembre de 2010

RED TEATRAL.- Asistimos al estreno y realmente nos impactó tanto desde su historia, como por la excelencia de sus personajes, la pregunta que me surge en principio es saber cómo nace este proyecto siendo que tengo entendido que estabas en España, y cómo fue la conexión con el grupo de trabajo.

DANIEL DIMECO.- El proyecto nació en el 2005 en España, donde vivo desde hace muchos años. La idea surge de obsesiones que tenemos los escritores. Una de mis obsesiones era trabajar con esa mirada ciega que tenemos todos los seres humanos hacia determinados hechos que suceden a nuestro alrededor, el horror y las miserias más increíbles. Así, poco a poco, los personajes de Mirando pasar los trenes van cobrando forma y a medida que todo se derrumba, desde el entorno en guerra hasta las vidas privadas e interiores de los personajes, algunos de ellos se aferran con uñas y dientes a esas miserias. El comerciar con el dolor ajeno, algo que no es nuevo, por supuesto, pero sí muy frecuente, lo vemos en la televisión a diario. Y el descubrir, en el lugar menos pensado, sin siquiera saber dónde está uno, quiénes son de verdad las personas más cercanas. Es un proyecto que nació con las ganas de que quien se acercara a la obra pudiera quedarse pensando en algo. Y los actores han hecho el trabajo fascinante. Me hubiera encantado trabajar más con ellos y con la directora, porque disfruto mucho trabajando con los actores a pie de escenario, pero el Atlántico de por medio nos impuso el contacto telefónico y por correo electrónico. La conexión surge desde el primer instante con muchísima fuerza, porque sentí que la obra estaba en manos de unas personas estupendas, de buenos artistas y grandes seres humanos y con eso me encontré cuando, por fin, los conocí en el Teatro El Búho de Buenos Aires.

RT.- Cuando fue escrito, lo realizaste en formato de pieza teatral o bien es una adaptación? A veces entre lo escrito y lo actuado hay una brecha que resulta difícil sortear, cuál es el mensaje que se transmite a tu criterio al ver la obra?

DD.- No, no es una adaptación. Nació como texto teatral breve y pocos meses más tarde acabó siendo la obra que es. El mensaje que transmite la obra montada en El Búho es fidelísimo con relación a la obra escrita por mí. Aunque, por supuesto, encima del escenario y con la fuerza que generan los actores el mensaje apunta directamente al pecho de los espectadores. Creo que nadie sale de la sala sin pensar que conoce a un/una Ofelia Takeda o, aunque no lo reconozca, verse en la piel de la fotógrafa.

RT.- ¿Alguien que te haya servido de inspiración?

DD.- ¿Alguien que me haya servido de inspiración? Nadie en particular y mucha gente. Quiero decir, los personajes no son el calco enteramente de nadie que yo conozca, pero como ellos somos todos.

RT.- Otro tema sería esa relación tan compleja de llevar a escena entre madre e hija, excelentemente lograda, nos podés contar un poco acerca de esto?

DD.- Las relaciones humanas son difíciles, lo sabemos todos. Y las relaciones entre madres e hijas mucho más. Además, cada relación madre-hija se asienta en códigos completamente desconocidos para los demás, lo mismo ocurre en una pareja. Pero entre una madre y una hija existe un acercamiento o un alejamiento con rasgos de dulzura y crueldad en partes iguales. Dulzura en cuanto al amor y crueldad en cuanto al dominio y al intento filial por zafar de ese dominio y de alejarse del modelo materno. La lucha puede ser cruenta. En el caso de la obra, la relación entre Ofelia y Anna tiene una evolución drástica, Anna se ve obligada por las circunstancias a «conocer» a su madre, a descubrir quién es de verdad. Lo anterior es en cuanto a la construcción dramática que yo hice, lo que se puede ver en el escenario es lo que se ha conseguido con el estupendo trabajo de Cristina Dramisino y Julieta Fernández bajo las directrices de Mª Esther Fernández.

RT.- Me restaría preguntarte: ¿Por qué recomendarías a la gente ver la obra?

DD.- Porque creo que la obra habla de temas que nos toca a todos, de relaciones humanas que vivimos todos y porque hay verdaderos momentos de dolor, de placer, de sentimientos que van y vienen. Puede gustar o no, pero nadie saldrá indiferente. Es una excelente puesta en escena que ha hecho Mª Esther Fernández.

Gracias Daniel por traer tu arte.